Los sábados en la noches la gente cuelga sus obligaciones en el perchero. Por alguna razón esto me produce tristeza, esa desnudez inadvertida, lo poco que es la gente sin sus obligaciones. Se emborracharan desnudos hoy y mañana amanecerán invisibles. La vida es un intento de alcanzar el cielo mientras la muerte nos alcanza, empolvados, en la construcción de una escalera que nunca será lo suficientemente alta. Debe haber otra manera. No se puede volar con pasos de piedra. La luz de la mañana glasea las cortinas. La abro. Hay un universo ahí afuera. No sé que hay acá adentro. El sosiego de la resignación, poco más, una eternamente renovada concesión a la mediocridad de no ser uno mismo. Nunca deja de asombrarme cómo puede construirse la vida sobre la renuncia. Así, últimamente mi vida depende de todo menos de mí, esa debería ser la verdadera definición de la pobreza.
(Fotografía: Angela Pablo)
7 comentarios:
No solo la renuncia sino el hacer con la renuncia un lugar común. Un sábado así no es más que un lunes en una oficina con un tiquete para el almuerzo y la mirada del jefe siempre estúpida.
Un abrazo desde otro sábado.
me quedo con tu definición de la pobreza sabio poeta y filósofo. me gustó. buenos textos, mano, cada vez más. que siga.
muy buena reflexión...
y con un trozo de cielo que se evapora podriamos tomarnos unas cuantas cervezas y dejar que las palabras caigan desde el precipicio mas alejado.
Los domingos amanecemos siendo otros y los mismos...
Los domingos siempre me parecen depresivos...
ah! la interminable búsqueda de balance entre la insoportable levedad del ser y el insoportable peso... ese es mi sábado por la noche... al menos el sábado puedo olvidarme de la otra interminable persecutora: la renuncia y la vida que se construye sin mi ayuda sobre aquella.
Excelente elección de palabras Alfonso. Un abrazo
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