viernes, 27 de febrero de 2009

del tedio


En suma, no poseo para mi expresar mi vida, sino mi muerte. Cesar Vallejo.

Si un lejano día de tedio
yo decidiera, por ejemplo,
arrastrar un poco de asfalto y éxtasis al precipio
o tiznar con un poco de pólvora
al epicentro de mis fugas,
entonces, probablemente,
el dios que había olvidado
me pida justificar ese último acto de egoísmo.
Entonces respondería:
"Señor, puedo decirle
que nadie como yo
supo meter tanta soledad en este hacinamiento.
Que mi iglesia era un club social con imaginación mística.
Que no conocí el canto de sus ángeles
para saber con qué tono afinar mi esperanza.
Que me vendí muy tarde en este universo prostituido."
Después de esto, solo quedaría el silencio y la condena y
(aunque los beneficios de la sabiduría
posean escasas posibilidades de retroactividad)
esta pequeña pero irreductible llama de rebeldía
que me haría erguirme y preguntar
si puede Él, ahora, justificar mi existencia.

domingo, 22 de febrero de 2009

En el hospital a las 3:27




En el hospital casi a las 3:30
hasta el dolor ofrece una tregua,
los borrachos han dejado de beber
a eso de la 1:30.
Solo las parturientas
y los enfermos críticos
no conocen de horario.
Están las cortinas que se corren
y sobre cada una de ellas
hay una película de solemnidad y cansancio
donde se resbala la esperanza
de solucionar algo esta noche.
Aquella mujer consumida por los nervios,
que se arriesga a ocluir su fertilidad
a escondidas de su esposo.
Aquel fracturado
medita en silencio el valor de su coraje
mientras espera su turno en el quirófano.
Está el pariente
que regatea los gastos del sepelio
(esa muerte
que termina de perforar la ulcera de su bolsillo).
Y está también
la caravana que escolta al asesinado
todos los aspavientos de su inútil esperanza
(porque fue un su solo cuchillazo, sí,
casi sin ganas, pero preciso,
ya se ve, acá no se mata con odio,
simplemente,
no importa la vida.)
pero el muerto trae ya
el rigor, el color, la temperatura hepática,
hay que seguir
el protocolo de los muertos.
En un escritorio arrinconado
hay un practicante
que estudia en el primer momento libre de la noche.
La tragedia no debería volverse una rutina.
Tiene que haber una forma de distanciamiento.
Algo mejor que este tibio ejercicio de catarsis.
Aunque eso nos puede volver cínicos.
Dije NOS.