No se puede evitar llegar a cierta edad
y descubrir con vergüenza lo evidente
de ciertos hechos de la vida,
entonces abrir la ventana del hotel
de cualquier paraíso
y pensar cosas tan evidentes,
como por ejemplo:
que recorrer la senda del deseo
no es lo mismo que darle alcance,
que el deseo lleva inscrito
su fecha de caducidad,
que una satisfacción a destiempo
deja la misma plenitud
de un bocado arrebatado.
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