Los sábados en la noches la gente cuelga sus obligaciones en el perchero. Por alguna razón esto me produce tristeza, esa desnudez inadvertida, lo poco que es la gente sin sus obligaciones. Se emborracharan desnudos hoy y mañana amanecerán invisibles. La vida es un intento de alcanzar el cielo mientras la muerte nos alcanza, empolvados, en la construcción de una escalera que nunca será lo suficientemente alta. Debe haber otra manera. No se puede volar con pasos de piedra. La luz de la mañana glasea las cortinas. La abro. Hay un universo ahí afuera. No sé que hay acá adentro. El sosiego de la resignación, poco más, una eternamente renovada concesión a la mediocridad de no ser uno mismo. Nunca deja de asombrarme cómo puede construirse la vida sobre la renuncia. Así, últimamente mi vida depende de todo menos de mí, esa debería ser la verdadera definición de la pobreza.
(Fotografía: Angela Pablo)