lunes, 27 de abril de 2009

On the road




Cambiar la ruta fue diversificar el paisaje y el clima pero los caminos eran todos el mismo desastre, con ampliaciones, reconstrucciones, recapeos y baches en todas partes. Pero qué podía importanos el policía descortés que no podía dirigir el tráfico, o las camionetas sobrecargadas con sus conductores, si se les puede decir así, de un imprudencia tan temeraria que ya quisiera Hollywood poder imitar. Nada podía importarnos porque celebrabamos este despilfarro de tiempo como un mendigo podría disfrutar algún brindis con una botella de champaña tan costosa que jamás habría considerado legítimo desear. Porque era nuestra forma de zafar el bulto a nuestras obligaciones que seguían esperándonos como un veneno liquenificado. Entregados a esa costumbre tan nuestra de planificar salidas eligiendo cuidadosamente el destino sin preocuparnos en planificar qué hacer. Y las colas y los baches y esa irresolución de antes de partir, nos hizo llegar tarde y hambrientos y con otras necesidades y optaste por usar un baño de esos restaurantes fufurufos y en el que nos quedamos a comer por mis complejos pequeñoburgueses y cuya buena comida no justificaba los precios y que, además, nos endosó una diarrea que se le ocurrió manifestarse hasta que ya ibamos adelantados en el regreso y andábamos ahí en la carretera, buscando un baño limpio que nunca aparecía mientras el carro se sacudía como lo haría una lancha humilde al cruzar el Atitlán durante el xocomil, lo que contribuía a mis retortijones y a mi incipiente diaforesis todo lo cual me proveía de una expresión que ibas registrando para burlas posteriores para cuando las bromas fueran mejor recibidas. Hasta que al final de una curva se apareció una venta de artesanías, nimbada por nuestra ansiedad y tuvimos que prestarlo y usarlo como si no existiera la vergüenza y sentimos que eso era la confianza. A la salida, por vicio y agradecimiento, compré una bebida no muy adecuada para la situación y me diste tu mirada de tierno reproche pero te salí con un pretexto tan elaborado que no tuviste más remedio que ponerte indulgente, aunque quizás lo hiciste para solicitar un poco de esa indulgencia por quedarte dormida el resto del viaje (como si tus deberes y desvelos fueran punibles). No dejaba de sorprenderme que tu sueño pudiera soportar tanto zarandeo y me sentía obligado a acomodarte en los momentos en que el camino no reclamaba mi atención y así, poco a poco, llegamos a la calle que conduce a tu casa y agradecía la feria y todo obstáculo que postergara lo inevitable, sí, porque nuestro egoísmo no consentía que todo aquello hubiera terminado y siguiera siendo un día soleado.

4 comentarios:

Edith Mictecacihuatl dijo...

Esto te paso a ti?..y... por que?.Hay cosas que no entiendo...bueno no estuve en ese viaje. Saludosssss dezsde aca todos influenzados...odio usar tapabocas awwwww!!!

Meryone dijo...

nuestro egoísmo no consentía que todo aquello hubiera terminado y siguiera siendo un día soleado

cómo iba a consentirlo?

besos

Camisas dijo...

hola, acabo de descubrir tu blog y me ha gustado. te invito a leer un fragmento de mi nue libro "La Luz de la Oscuridad" http://camisaspadrino.blogspot.com/2009/05/la-oscuridad-de-juan-yerba-verde.html

saludos!!!

Meryone dijo...

no podría leer sólo literatura medieval (ni sólo XIX, ni sólo anglófonos, ni sólo...) simplemente, me pagan por ello (y no me quejo). leer leo de todo. vivos, pocos, pero de todo (hasta algún bestseller y a harry potter)

la amigdalitis de tarzán salió más o menos cuando yo empezaba a leer a bryce, así que vino inmediatamente después de no me esperen en abril. y le recuerdo momentos memorables, como ella buscando una residencia para señoritas y todos los taxistas compadeciéndola

además de lo de ser mejores por carta. mira que tener que darnos cuenta ahora, después de tantos años!

besos