En suma, no poseo para mi expresar mi vida, sino mi muerte. Cesar Vallejo.
Si un lejano día de tedio
yo decidiera, por ejemplo,
arrastrar un poco de asfalto y éxtasis al precipio
o tiznar con un poco de pólvora
al epicentro de mis fugas,
entonces, probablemente,
el dios que había olvidado
me pida justificar ese último acto de egoísmo.
Entonces respondería:
"Señor, puedo decirle
"Señor, puedo decirle
que nadie como yo
supo meter tanta soledad en este hacinamiento.
Que mi iglesia era un club social con imaginación mística.
Que no conocí el canto de sus ángeles
para saber con qué tono afinar mi esperanza.
Que me vendí muy tarde en este universo prostituido."
Después de esto, solo quedaría el silencio y la condena y
(aunque los beneficios de la sabiduría
posean escasas posibilidades de retroactividad)
esta pequeña pero irreductible llama de rebeldía
(aunque los beneficios de la sabiduría
posean escasas posibilidades de retroactividad)
esta pequeña pero irreductible llama de rebeldía
que me haría erguirme y preguntar
si puede Él, ahora, justificar mi existencia.