jueves, 25 de noviembre de 2010

Hay días en que el aburrimiento es peor que el odio


Ellos viven en una casa
de focos tenues y sin plafoneras,
de suéteres percudidos tendidos al Sol
y paredes con salitre,
suficientes para sentirse aislados
pero no para sentirse a solas,
seres a los que de tanta apuesta por el futuro
solo les quedó, para sobrevivir,
la caja chica del tiempo
y que sus vidas quepan en un etcétera
de la gente que tiene la sonrisa completa
y que guarda siempre una última esperanza
en un bolsillo secreto.
 Pero yo los veo
a través de una ventana de vidrios despulidos
y de las degradaciones naranjas de la tarde,
a esa misma pareja acompañada de una guitarra vieja
con la que cantan
la versión subtitulada de sus sueños
y algo parecido a la envidia
me araña el esófago.

2 comentarios:

Litau dijo...

Dicen que hay cosas que sacan lo peor de nosotros, o de forma correcta, todas las facetas -buenas y malas- de lo que somos. Entre estas facetas están el hambre, la vida en peligro, el miedo y otra (y una de mis favoritas) es el aburrimiento.

El aburrimiento logra fijar nuestra atención en situaciones, objetos y personas que antes, cuando no estábamos aburridos, nisiquiera pensábamos reparar en ellas; lo interesante de es que, como la atención es espontánea, las emociones de reacción son casi tan naturales como un impulso.
De ahí que se puedan tomar como auténticas.

Quizás hubiera preferido mejor un texto en prosa pero así también me gusta.

Un abrazo.

Alfonso Huerta dijo...

Creo que tienes razón, el aburrimiento suele ser un sobrerrelieve de lo trivial, lo que nos parece trivial, y cuando intentamos corregirlo, creo que ahí radica la autenticidad, el núcleo de cada persona, en la manera de sobrellevar el aburrimiento