viernes, 19 de febrero de 2010

Los perros en la carretera







Manejando de regreso a mi casa
perdí la cuenta de los perros en el asfalto.
Quedarán ahí, amorfos,
como la mancha que fueron al mundo
(¿en qué rincón del olvido se empolvan los anónimos?).
Llego a mi casa y estaciono el auto,
las llantas con sangre y la conciencia tranquila.
Cerradura, refrigerador, horno.
Hoy siento que la tecnología es no solo una comida segura,
es también una rapidez que atropella.
La modernidad como un feudo con electrodomésticos.
Spike llega moviendo la cola atraído por la comida.
Spike es mi mascota, guardián y compañía.
Siempre la utilidad como subordinación.
Spike no morirá en la carretera.
Spike tiene casa, collar, un patio, colchón y sus platos.
El morirá de viejo como su padre.
Tendrá osteoporosis y le serviré calcio en polvo.
Cuando muera lo enterraré.
Del lugar donde lo entierre saldrá flores amarillas.
Y tal vez ponga una cruz con su nombre.
Solo los perros con dueño con nombre.
Siempre los perros en el asfalto como manchas sin nombre.
Siempre los hombres sin nombre como dueños de nada.

2 comentarios:

Edith Mictecacihuatl dijo...

La muerte de esos perritos costará muy caro. ¿Por qué? Es sencillo: Sus dueños no tendrán quiénes los ayuden a pasar el rio. Bueno, eso dice un mito maya. Buena suerte doc. Sigue escribiendo. Por cierto, al respecto de este mito, hay una novela corta excelente de María Lombardo de Caso que se llama La culebra tapó el rio. Chécala. es la recomendación del año. Edith

Alfonso Huerta dijo...

Intentaré conseguirlo, si no lo hago, ¿me la pasas cuando llegue al DF? Saludos Edith y aprovecho para aclarar que no atropellé ningún perro, solo los encontré tirados. Por eso pude llegar con la conciencia tranquila.