Hace mucho tiempo escucho voces y ni una palabra
y mis ojos maltratados se refugian en la nada y se cansan
de ver un montón de caras y ni una mirada.
Callejeros, Una nueva noche fría.
Seduce el vértigo de la aniquilación
(soldados armados disuaden [¿?] a los suicidas)
las sirenas se oyen en todas partes
pero acá no atrae el canto de animales mitológicos
son las voces las que empujan.
Las covachas eclosionan en rincones insospechados,
(cada día la vida regatea una prórroga a la dignidad),
la luz naranja de la tarde intenta teñir
las paredes desnudas del asentamiento,
una atmósfera tranquila casi apacible,
acá donde hay algunas cosas que parecen y no hay nada que sea.
Hay un calorcito interno antes del fin
y la esperanza es gris porque está hecha
de ilusiones incineradas
reutilizadas
aquí las cosas son las mismas pero también nuevas
según cambian de manos.
Al fondo del barranco
la muerte continua fertilizando el olvido,
las frustraciones se heredan y hasta los sueños se reciclan
por eso este país es gris y verde
(todo suicidio es un performance poético).